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Tenemos derecho a estar mal y no está mal!

Publicado por admin en

Hay situaciones en la vida que son difíciles de aceptar. Te retan, te enseñan y te transforman. A veces es una pérdida, un divorcio, una crisis, una enfermedad o como en mi caso, el diagnóstico de mi hija.

Inconsciente o concientemente mi cabeza ocupa gran parte del tiempo pensando: «¿Cómo puedo ayudarla?, ¿se adaptará al colegio?, ¿podrá con todo? ¿tendrá amigos? ¿será mucha presión? etc, etc.» Esto me ha traído una carga invisible que a ratos no sé cómo llevarla.

El último año desde que llegamos a Colombia ha sido intenso en todos los aspectos. Muchos altos y bajos. Muchas emociones y novedades que enfrentar. Mucho desgaste emocional. Sumado a esto, en las últimas semanas mi hija empezó a presentar algunos cambios en su comportamiento y aparecieron algunas «cosas» nuevas en el camino que me han hecho sentir como en el comienzo de toda esta tormenta.

Preguntas sin respuesta. Luchando entre la tristeza, la rabia, la frustración y el miedo que me genera no saber cómo manejar los nuevos desafíos. De ese proceso escribí aquí

Al darme cuenta que pasaban los días y yo seguía en el mismo punto (en bajada), decidí darme un poco de atención. Es de las cosas que he aprendido desde que soy mamá: Darme mi tiempoaceptar mis procesos y permitirme sentir sin juzgarme (tristeza, enfado, etc.). Muchas veces queremos que las cosas pasen rápido y no nos damos el tiempo suficiente para procesarlo.  

Cuando paré para oírme y tratar de entender de dónde venía de nueva esa tristeza, me di cuenta que durante este tiempo, el dolor que procesé y sentí fue el de mi «YO». Mi dolor por tener una hija diferente a la que «planeé». Mi dolor por tener que lidiar con un montón de situaciones que no quería enfrentar. Mi dolor de sentir como todo esto nos ha desestabilizado a todos como familia y mi dolor de ¿porque a mí?.

Ahora me enfrento a otro dolor. Es el dolor de ver a mi hija querer avanzar en el camino y tener tanto viento en contra frenándola. Mi hija desde que nació le han costado más algunas cosas. A pesar de esto ella se esfuerza. Se cae, se frustra, pero se levanta y lo intenta hasta lograrlo. La admiro por su persistencia, su curiosidad y sus ganas de aprender a diario. Con el pasar del tiempo, ella ha sido consciente de sus fragilidades y nosotros en casa siempre lo hemos manejado como algo «normal». A todos nos cuestan algunas cosas. Unos son buenos para algo y otros no. 

Ahora en un colegio grande se hacen más visibles sus desafíos y ella es consciente de esto. Esto la ha hecho sentirse mal. No solo en el colegio, también en la casa. En la medida que su hermana crece ella se compara y se hacen más fuertes sus debilidades. El otro día entre lágrimas me decía: “¿Porque todo tiene que ser tan difícil para mí?». Yo sin mucho para decir, la abracé y la consolé. Es poco lo que puedo hacer. Puedo pedirle a Dios que la ayude. Apoyarla, acompañarla y hacerle barra de «tu lo vas a lograr» creyendo 100% en ella y su potencial. Pero evitarle tener que escalar esa montaña, desafortunadamente no puedo. Qué más quisiera yo que el camino fuera más fácil. 

Sé que esto le formará el carácter. Le dará una dimensión diferente de la vida (a ella y a nosotros) y la convertirá en una mujer fuerte. Igual me duele esa desventaja y me duele que a pesar de querer que el camino se vaya despejando, a veces parece que se dificulta más. Confieso que a ratos quiero mandar todo a la mie%$#. Pero no puedo!  en el fondo no quiero. Lo que quiero es estar bien y que esto no me duela y tener siempre la fuerza para avanzar y ser el mejor apoyo para ella, independiente de lo que se presente en el camino. 

En este momento lo mejor que puedo hacer por mi hija es cuidarme a mí. Siempre como mamás damos TODO y cuando nos damos cuenta estamos sin fuerzas, sin energía, sin oxígeno. Me lo he repetido muchas veces y lo he escrito para no olvidarlo, pero siempre caigo en lo mismo: me dejo a un lado!

Hay cosas que por más que queramos cargar solas no podemos. Hay temas que preferimos no hablar para que no duelan, pero al final no hablar duele más y ese dolor que cargamos solas nos ahoga y no nos deja avanzar. Hablar es difícil y encontrar a alguien que te oiga lo es aún más. A veces no quieres “soluciones», ni que te digan que no estes triste. Solo quieres un corazón paciente que te escuche sin juzgar

En el último año con tantas cosas, poco he hablado de cómo me siento y cómo me duele esto. Así no me la pase llorando, así me ría y así la vida continúe. Me DUELE y me duele mucho. Por eso escribo. Escribir me ayuda a sacar y entender lo que siento. Pinto, porque organiza mis pensamientos y busco con quién hablar porque me ayuda a sentir que no estoy sola. 

Paradójicamente estando en «casa» no ha sido tan fácil encontrar con quién hablar, pero  poco a poco la vida te va poniendo las personas indicadas. Hay que sacar lo que sentimos, hay que ayudarnos porque este camino a veces no es fácil. No siempre somos fuertes. Tenemos derecho a llorar, a sentir y darnos el tiempo para que las heridas se sanen. 

Tenemos derecho a veces a estar mal….y eso no está mal! Y como siempre me repito: “todo pasa” y sé que pasará. Es una etapa más del proceso.

«Si algo está mal en tu vida, está permitido llorar. Recuerda que las lágrimas también son oraciones que llegan a Dios, cuando tú no puedes hablar»

Escrito el 12/Marzo/2019

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