Educando sin gritos parte II

Después de llevar algunos meses en este proceso de «no gritar, ni explotar.» Siento que tengo más dominio propio. Comprobé que lo mismo que decía o pedía cuando explotaba, ahora lo digo calmada, serena y es mejor recibido. El ambiente en casa es mejor porque esto lo estoy aplicando hasta con mi esposo.
Sin embargo, empecé a tener un dolor muy fuerte en el cuello y en los hombros que me generó dolores de cabeza y dificultad para acomodarme en la cama y dormir. Primero, pensé que era algún ejercicio que estaba haciendo. Paré ese ejercicio. Después, pensé que era el colchón. Cambié el colchón. Cuando empecé a tomar relajante muscular, pensé: «Que raro que ahora que estoy más calmada, siento mi cuerpo más estresado«. Analicé un poco la situación y me di cuenta que aunque estaba logrando controlarme, dentro de mí seguía generandose esa explosión por «x» o «y». Ya no explotaba, pero esa tensión se estaba acumulando en mi cuerpo.
Tratando de buscar una solución, empecé hacer una rutina de oración diferente. No tanto de hablar y pedir, sino de meditar. Relajarme, descargarme, oírme y oír a Dios. Esto me esta ayudando mucho. Me di cuenta que tenía que ir al origen de la explosión para poder entenderme.
Decidí hacer un listado de las situaciones que generaban esta explosión. Les di un grado de importancia y las divide en dos: –Las que puedo cambiar y -Las que no puedo cambiar. Al final de este ejercicio, me di cuenta que muchas cosas realmente no eran importantes o nacían más de mi deseo de control y me estaba desgastando por cosas que no iban a cambiar porque no dependían de mí. Decidí enfocarme en las cosas que si podía cambiar/modificar como soltar el control, bajar mis expectativas y atender mis necesidades.
Este proceso me ha ayudado a entenderme y conocerme un poco más en mi papel de madre. En mi caso que soy mamá full-time hay días que no tengo la misma paciencia y no es culpa de mis hijas. Hay muchos factores externos que nos agotan y muchas necesidades insatisfechas que afectan nuestro grado de paciencia y tolerancia. En mi caso, si logro sacar tiempo para mí y para mi esposo, el resto de tiempo que dedico a mis hijas lo disfruto más y con más paciencia. No se trata de la cantidad de tiempo que dediquemos a nuestros hijos, sino de la calidad de tiempo.
En general, el resultado de todo este ejercicio a sido muy positivo. No solo para mí, que soy la primera beneficiada, sino para mi familia. Hay cosas que hacen parte de los niños y que son necesarias para su desarrollo. Nosotros como padres debemos aceptarlo y bajar nuestras exigencias y expectativas con ellos. ¿Cuántas veces perdemos la paciencia con comportamientos como: reguero al comer, algún escape de pipi o popo, pataletas, llanto, peleas entre hermanos, desobediencia, travesuras, desorden?. Si todo esto pasa, no es porque como padres algo estemos haciendo mal. Simplemente son niños en desarrollo.
¿Vale la pena desgastarnos con cosas que no tienen mucha trascendencia y que al final van a pasar?. De la actitud que tomemos frente a cada situación, dependerá que nuestro día a día sea más fácil o más difícil. Pidamos paciencia, paciencia y más paciencia.
18/Mayo/2016
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